BUENOS AIRES. MIGUEL MITLAG
Malba - Museo De Arte Latinoamericano.
 
 
En el capítulo “El paisaje de sus sueños” de su libro Un antropólogo en Marte, Oliver Sacks cuenta la historia de un pintor, quien luego de sufrir una grave enfermedad desarrolla extraordinarias y persistentes visiones de Pontito, su ciudad natal en Italia; durante muchos años pinta obsesivamente detalladas escenas del lugar con una precisión casi fotográfica.
 
Las instalaciones y los modelos tridimensionales de Miguel Mitlag traen esta historia a cuento a través de su tangible realidad, de la sensación de escalofrío que produce el pensar que estas escenas realmente deben existir en algún lado: una casa de cambio ubicada en el medio de la sala; o como en una piscina, una delgada tabla atraviesa el espacio, al lado de tres escalones de aluminio que sobresalen de la pared; o como en la biblioteca ubicada en otro lado de la sala, un par de estanterías con libros se enfrentan entre si. Pero luego de una mirada mas atenta, estos lugares familiares repentinamente parecen lejanos y extraños: La Cabina de Cambio (todas las obras expuestas son de 2007) está absolutamente vacía; el Trampolín, pintado de un rojo fuego, flota sobre un espacio desprovisto de agua; y los estantes de la Biblioteca con libros de autoayuda, esotéricos y ocultistas parecen haber perdido alguna de sus partes y tienen una antiséptica cualidad que recuerda mas a un laboratorio que a una biblioteca. Curiosas alteraciones aparecen aquí y allá en escenas que han sido despojadas y llevadas a un mínimo de información; lo que el artista denomina pseudo-realismo.
 
Mitlag comenzó su carrera hace aproximadamente 10 años con fotografías que documentaban espacios pre-existentes a los cuales él les producía sutiles modificaciones. De allí paso a construir los espacios que fotografiaba, transformándolos tanto en imágenes de una intensidad inusual como de inasibles y resbaladizas propiedades: una especie de fotografía mental. Por ejemplo, un living con curiosos charcos de pintura azul en el suelo; o la esquina de una habitación con una guitarra marrón olvidada apoyada en el piso junto a almohadones marrones, cortinas marrones y una colchoneta marrón. Mas tarde, sus instalaciones comenzaron a parecerse a imágenes publicitarias, inmaculadas y abstraídas de la realidad.
 
Los trabajos recientemente expuestos en el MALBA reflejan el interés de Mitlag en el diseño, evocando, por ejemplo, los interiores de 2001: Odisea Espacial (1968) de Stanley Kubrik. Las sillas naranjas en la entrada del hotel espacial o la minimalista habitación de reuniones con paredes de un blanco incandescente en la base lunar Clavius. Como Kubrik, las escenas de Mitlag podrían ser interpretadas como espacios psicológicos.
 
La creación de ficción, como aspecto esencial en la obra del artista debería no ser subestimada: aunque hay por todas partes rastros de presencia y de actividad humana, en la mayoría de los casos un absoluto anonimato sacude al espectador.
 
Con el objetivo de describir el mundo más claramente, Mitlag ha elegido fabricarlo. La austeridad y la acritud de sus imágenes tridimensionales transportan el mundo visible a un punto más allá de lo ordinario. Las obras parecerían prototipos; así como aparentan familiaridad, también mantienen un aire de distancia a su alrededor, de irrealidad, como si fueran los originales con los que el resto hubiese sido copiado. Tal vez esta sensación de distancia es lo que le da al trabajo de Mitlag su aspecto amenazante. Pero nuevamente, podría ser otra cosa. El nombre de la Muestra, Codex Platino, hace referencia al Código Atlántico de Leonardo da Vinci, una colección de 1286 páginas de investigación técnica y científica. La muestra de Mitlag, su propio rompecabezas compilado en Buenos Aires, ciudad a orillas del Río de la Plata, parece analizar las conexiones entre el espacio y los materiales, y nuestras evocaciones de ellos, pero a fin de cuentas socava cualquier intento riguroso de dar sentido a nuestro entorno.
 
 
María Gainza
Revista Art Forum, Noviembre 2007.